San Valentín; el corazón de la economía
Nunca he entendido a los que afirman odiar la Navidad, los cumpleaños, aniversarios, santos, patrones y demás celebraciones, empeñados en ensañarse con mayor furia si cabe con San Valentín.
En un momento de coyuntura económica como el que está atravesando nuestro país, en el que es preciso una reactivación del gasto y del consumo, conmemorar cualquier tipo de fecha, buscar una escusa para rascarse el bolsillo, y gastarse unos euros en dar amor a la persona que quieres, no debería estar mal visto.
La libertad nos permite elegir si queremos o no secundar este día, pero el odio, no es sino una bola de humo oscura capaz de tapar amaneceres hermosos y cielos estrellados.
Que esta fecha se ha convertido, como muchas otras en una conmemoración frívola y materialista, es algo que nadie duda, pero tengo amigas que durante semanas recopilan fotos para sus chicos, padres que han plantado un huerto secreto de aromáticas para sus mujeres, y abuelos que roban flores silvestres para sus amantes desde hace 50 años, y eso tiene un valor que nadie puede poner en duda. Puede que me tilden de sensible, pero, sea como fuere, no creo que este sea un mal apelativo.
En el ámbito del periodismo siempre estamos buscando noticias. Los días mundiales, los aniversarios de sucesos importantes, los cumpleaños de dirigentes, y fechas como Reyes, el Día de los Santos, Rebajas o San Valentín, nos permiten hacer piezas amables destinadas a que nuestros lectores se olviden, aunque sea por un momento, de la crisis, subidas de IVAS, o primas de riesgo.
Es noticia que un centro comercia de Valladolid haya diseñado una aplicación específica para regalar por San Valentín, o que sites como Regaletes, ofrezcan regalos para los más frikis. Hoy los teléfonos de última generación nos permiten crear nuestras propias felicitaciones, existen webs que recojen los vídeos más románticos y los emails sustituyen, sin remedio, a las cartas que otrora destilaban un olor a hoja nueva y perfume embriagador.
El Día de San Valentín no es un invento del Corte Inglés. Es una celebración tradicional de países anglosajones que se ha ido implantando en otros países, pero que tiene sus raíces en el Imperio Romano.
San Valentín era un sacerdote que hacia el siglo III ejercía en Roma. Gobernaba el emperador Claudio II, quien decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes, porque consideraba que los solteros sin familia eran mejores soldados.
El sacerdote consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador celebrando en secreto bodas entre los jóvenes enamorados. Fue encarcelado por ello, pero desde su celda obró un hermoso milagro. Devolvió la vista a la hija de uno de los oficiales que lo custodiaban, quien como muestra de agradecimiento plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. Y es que, este santo fue martirizado y ejecutado un 14 de febrero del año 270.
Nuestro regalo de San Valentín es una imagen de los almendros que hoy están en flor en Ibiza. ¿Quién puede rechazarlos?