El buen orador
Dice el refranero que querer es poder. Todos tenemos la capacidad de efectuar cualquier tarea. Es cierto que unos podrán desempeñarla con mayor o menor pericia, pero cualquier persona es capaz de escribir, leer, cocinar, cantar o conducir si se lo propone. Entonces ¿por qué a veces nos escudamos con excusas cuando se nos presenta un reto al que enfrentarnos?
En Imam Comunicación consideramos que todos nuestros clientes tienen las capacidades precisas para ser oradores. Como en todas las disciplinas, habrá quienes por su espontaneidad, carisma o conocimientos despunte en mayor medida y se convierta en grandes interlocutores, pero las claves para lograr “hablar para que nos vean”, serán las mismas para todos. Sócrates, uno de los mayores oradores que ha tenido la historia, acuñaba la frase que hemos mentado y afirmaba que ante el público “tenemos que hablar con la boca, con el alma y con el cuerpo”. Cada gesto que efectuemos aporta información al discurso, cada arqueo de cejas, cada pausa y cada sonrisa. Es imprescindible no improvisar, tener un guión preparado y estudiado y habernos enfrentado antes al espejo.
Nadie nace enseñado. Cuando le planteamos a un nuevo cliente la necesidad de convocar una rueda de prensa o les instamos a que presenten el evento que organizan, muchos nos hablan del miedo escénico, del pavor que les produce “quedarse en blanco” y concluyen afirmando que carecen de cualidades para hacerlo. Nuestra respuesta siempre es la misma “querer es poder”. Nadie mejor que uno mismo puede defender su empresa o proyecto. Nadie mejor que uno mismo cree en su idea, y por ello solo es necesario sacudirse ese miedo y enfrentarse al público.
Somos nuestros peores críticos, por lo que antes de hacer una primera intervención, nuestro consejo es hacer un curso generar de protocolo, oratoria e imagen personal (en Imam su duración puede oscilar entre 1,5 horas y 6 horas). En el mismo dotamos al nuevo orador de las herramientas precisas para mejorar su seguridad, algo indispensable. Cómo vestir, cómo dominar las manos y el resto de cuerpo y ejemplos prácticos sobre qué decir, son algunos de los aspectos básicos que avanzamos. Preparar un guión que resuma todo lo que pretendemos decir, aprenderlo y procesarlo, como si de un examen se tratase, es otra de las premisas necesarias para poder enfrentarse al público con éxito. Es importante que ese guión se traslade después a fichas en las que apuntaremos los puntos clave a abordar, cifras o “palabras estrella” para evitar perdernos en el discurso y no dar la sensación de estar leyendo. En ambos casos la ayuda de un profesional de la comunicación es clave para saber cómo enfrentarnos al folio en blanco.
No podemos aburrir a nuestros receptores pero tampoco tenemos que convertir una presentación en un monólogo. Las premisas de “menos es más” se cumplen en atuendo e intervención. Como dijo Baltasar Gracián “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Así que seamos sencillos, coherentes, concisos y simpáticos y nos meteremos a nuestros invitados en el bolsillo.
Esta claro que quienes no disfrutan hablando en público no se convertirán en pupilos de Sócrates, pero sí lograrán identificarse con su marca, y mejorar su imagen.
Todos podemos poner una inyección, aunque no todos lleguemos a ser médicos, y, con la receta y los ingredientes precisos, estoy segura de que cualquiera sería capaz de lograr que sus invitados se relaman de placer ante un buen guiso, lo cual no quiera decir que nuestro sitio esté entre los fogones. Con las presentaciones ocurre lo mismo, todos tenemos la capacidad de escribir y hablar, algunos nos dedicamos a ello por vocación y pasión, pero cualquiera puede trasladar el amor por su empresa a un escenario; solo hace falta decir las palabras mágicas “QUERER ES PODER”, y, contar con profesionales que nos ayuden a dejar el mejor sabor de boca entre nuestros invitados.