¿Felicidad en soledad o compañía?
Ibiza, 3 de abril de 2012 (Alberto Valdivielso)- La ‘felicidad’ es un estado de ánimo cuya definición global es compleja de definir a pesar de que desde la antigua Grecia un gran número de filósofos han intentado explicar y describir. Como decía Aristóteles todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices, pero en cuanto intentamos aclarar cómo podemos serlo comienzan las discrepancias. Para algunos pensadores, como el propio Aristóteles, ser feliz es “autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano (eudemonismo)”. Una línea que también defendía su discípulo Platón y que aseguraba que “el horizonte de la felicidad se abre a la vida después de la muerte”.
Pero estos no son los únicos conceptos de ‘felicidad’, ni pueden calificarse de universales. Para muchas personas ser feliz es “ser autosuficiente, valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie (cinismo y estoicismo)”, mientras que para otras se traduce en “experimentar un placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico (hedonismo)”. Para quien escribe este texto, ser feliz es tener aquello que te permite sentirte lleno al 100 x 100: contar con el trabajo que siempre deseaste, estar con la persona amada y en compañía de buenos amigos, y no basarnos en la idea de que “el dinero nos da la felicidad”. El problema redunda en que, en ocasiones, la vida nos golpea con saña y, este principio básico, se nos desmorona como un castillo de naipes, deshaciendo todos los proyectos de futuro, ideas y principios que teníamos. Es en esos momentos cuando tenemos que tener más presente que nunca la semilla de ese concepto, revisar nuestros cimientos, y volver a reconstruir nuestro castillo, encauzando nuestra vida en busca de una nueva meta que nos permita volver a alcanzar de nuevo ‘NUESTRA FELICIDAD’.
Lo que está claro, o al menos para mí, es que la ‘felicidad’ se produce cuando creemos haber alcanzado esa meta deseada, pero siempre en compañía de alguien con quien poder disfrutarla. Hablamos de algo que nos proporciona paz interior y que, al mismo tiempo, nos estimula para conquistar nuevas metas. Esta compañía puede ser muy variada y, según la que sea, otorgarnos un grado diferente de felicidad. Aunque la mejor compañía es la del ser amado, si por motivos superiores a nosotros este nos falta, un buen amigo/a es la mejor opción para compartir nuestras alegrías y seguir jugando a intentar rozar, sentir o tentar durante varias veces al día ese estado utópico al que todos aspiramos. El hombre es un animal social y necesita a un grupo para sentirse realizado, por lo que es complejo hacerse con un traje de sonrisas si carecemos se “sastres” que nos lo “calcen”. En la actualidad son muchas las personas que se sienten solas, a pesar de estar rodeadas de gente. Millares de risas sin dueños que se sienten perdidas en una sociedad globalizada en la que con un click podemos estar en contacto con un amigo/a que vive en Madrid, San Francisco o Nueva Zelanda, pero en la que, sin embargo, no tenemos tiempo para darnos un abrazo. Estamos tan socializados, tan globalizados que nos hemos deshumanizado y una pantalla, unas letras y un ratón no pueden sustituir la calidez de una mano o la mirada tierna de unos ojos que te prestan atención y que muestran la alegría por alcanzar tu ‘felicidad’.
Muchas personas, como los ‘ermitaños’, creerán que la soledad es una opción de ‘felicidad’ pero científicamente somos seres sociales por naturaleza. Por este motivo el boom de las redes sociales en el siglo XXI está a la orden del día ya que nos permiten mantener el contacto con muchas personas que no veíamos desde hacía tiempo y que, pueden darnos buenos consejos o intentar ayudarnos a pesar de no vernos hace tiempo, eso sí, sin sustituir a los que tenemos a nuestro lado todos los días.
Con todo esto, solo me queda reafirmarme en mi teoría de que la ‘felicidad’ es plena siempre que estamos en compañía. Esa compañía podemos traducirla en cualquiera de sus vertientes. Yo actualmente, la plasmo en un pequeño yorkshire, ‘Mosh’, que con su mirada y sus brincos consigue sacarme más de una sonrisa cada vez que estamos juntos. Algo muy similar lo consiguen ‘Rae’ y ‘Bolita’ con mis compañeras Montse y Cris cada vez que entran en sus casa, y en un grado mucho más elevado Marta quien tiene en su casa a dos princesas con lengua de trapo que son una muestra inequívoca de lo que es la felicidad ‘Alejandra’ y ‘Paula’. Porque al final, la vida, es simplemente una elección; la nuestra se apoya en un Plan, el ‘Plan Sonrisas’, y su apellido es ‘Felicidad’.